12 de agosto de 2017

El poder de las cosas pequeñas

Es común por estos días un pesimismo acerca del futuro de Colombia, no obstante la paz firmada con las FARC, su desmovilización y desarme, y por sobre todo la disminución sustancial de víctimas de esta violencia.

Nada parece ser suficiente para los amantes de la guerra quienes se han encargado de invadir los noticieros, con contadas excepciones, y las redes sociales con sus discursos de odio, empeñados en la venganza, la intolerancia y amenazando con el extermino, en sentido estricto o figurado, de todo aquel que piense diferente y no siga su juego.

Las amenazas a Arjen Robben, el 10 del Bayern Munich, una vez conocida la noticia del traspaso de nuestro James a ese equipo, exigiéndole la entrega inmediata de la camiseta a nuestro capitán, cuando ni siquiera había pisado suelo alemán, y la difamación de que fue objeto Daniel Samper Ospina por parte de Uribe y el consiguiente enfrentamiento lleno de bajezas en las redes sociales, son solo un ejemplo del ambiente que se vive en el país.

Muchos hemos optado por no ver noticieros y acudir a otras fuentes de información y muchos también han huido de las redes sociales ante tanta violencia e ignominia que corre por esos lados.

La próxima campaña presidencial se vislumbra peor de lo que siempre ha sido y sin duda más que a programas de gobierno apelarán a nuestros bajos instintos y por eso, desde ya, se vive un ambiente turbio donde se ha legitimado el uso de noticias falsas, calumnias, y acusaciones mutuas de que el contrincante nos llevará a la situación de caos que vive Venezuela por estos días. Y todos esperando que su respectivo mesías, nos salve de la hecatombe, como si en los últimos 200 años no hubiéramos estado gobernados por los mismos, que se reinventan con la etiqueta del poderoso del momento.

Circo Teatro El Zaguán- Mocoa, Putumayo

Por fortuna, muchos colombianos con sensibilidad social, con mente abierta y alma generosa han venido trabajando de la mano con las comunidades, con la población más vulnerable, desarrollando proyectos maravillosos, fuente de inspiración para todos, que dignifican al ser humano, que de verdad transforman vidas y fomentan nuestra esperanza. Estos colombianos han comprendido que si bien el Estado es la columna vertebral para la transformación que le urge a Colombia, la empresa privada y la sociedad civil son el motor de esta evolución.

No podemos esperar de brazos cruzados a que los políticos mejoren nuestro país. Solo un cambio de mentalidad y la suma de nuestros esfuerzos podrá lograrlo. Parodiando a Kennedy, es hora de preguntarnos, no, qué puede hacer Colombia por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por Colombia.

Si la mayoría quiere la paz, quiere que haya igualdad de oportunidades, inclusión, respeto por la diferencia, que se reduzca la pobreza y la desigualdad, si estamos de acuerdo con el desarrollo sostenible y el respeto por los derechos humanos, es el momento de la reflexión individual acerca de aquello que le da sentido a nuestra vida y actuar en consecuencia. Es la hora de sublevarnos frente a los políticos que respaldamos y de comprender que esta pelea a muerte por defender sus banderas y sus intereses no tiene sentido.

Si nos identificamos con esa visión de país, es mejor construirlo con nuestra creatividad, desde nuestros espacios, nuestras comunidades, nuestros vecindarios que seguir odiándonos en las redes sociales. Ejemplos que nos inspiren, hay muchos.  Basta consultar el reciente video de la Pulla, patrocinado por Cerveza Águila, para conocer además de sensacionales colombianos, varias de estas iniciativas y tener la certeza de que es posible y que existe una forma diferente de abordar nuestros problemas y nuestra realidad.


A estas acciones inspiradoras, se suman muchas otras como la del chef Juan Manuel Barrientos con su Fundación El Cielo, que ha capacitado y vinculado a sus restaurantes a cientos de soldados heridos en la guerra, ex guerrilleros y ex paramilitares, para prepararlos para la vida fuera del conflicto armado y también para que se reconcilien y perdonen con sus antiguos enemigos. O la también chef Leonor Espinosa que a través de su fundación trabaja con las comunidades colombianas y las beneficia mediante la reivindicación de sus tradiciones gastronómicas. O el maravilloso caso de Johana Bahamón con su restaurante Interno, en la cárcel de San Diego de Cartagena, atendido por mujeres privadas de la libertad en ese establecimiento. Y así cientos, por no decir miles de colombianos que le están apostando a una visión positiva y esperanzadora de país y han decidido actuar.

Por ello, además de votar a conciencia en las próximas elecciones, si queremos de verdad cambiar este país y hacerlo mejor, no esperemos a que el gobierno de turno lo haga, sigamos estos ejemplos. Yo estoy convencida de lo que dijera Eduardo Galeano*:


Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.  


Margarita Obregón



*Se le atribuye su autoría