Lo presentíamos, lo
deducíamos, se les notaba, pero para muchos aún no era tan claro. Ahora ya no quedan
dudas.
El principal motivo de
los enemigos del proceso de paz con las FARC, no es el “castro-chavismo” ni la
entrega del país a esta guerrilla, ni a los ateos ni a los homosexuales. Ellos
saben perfectamente que esto no es cierto ni será posible en este país de
derechas y de fanáticos religiosos. Su pánico, su terror, por el cual son
capaces hasta de aliarse con el mismísimo demonio personificado en Donald Trump,
es el miedo a la verdad.
A esa verdad histórica
de la cual nos hemos venido enterando poco a poco, desde la Ley de Víctimas y gracias
al Centro Nacional de Memoria Histórica CNMH. Sin embargo, aún falta mucho por
aclarar y en muchos casos esta verdad no ha alcanzado a los autores
intelectuales, a los instigadores, ni a los financiadores de la guerra y sus
atrocidades.
Portada del informe Basta ya |
Por ello la Justicia
Especial para la Paz JEP, tiene como premisa el esclarecimiento de la verdad en
los crímenes que se cometieron durante la guerra y el reconocimiento de
responsabilidad para obtener sus beneficios.
El pánico a esa
verdad, es lo que ha llevado a los opositores del proceso a esgrimir el
argumento de que ellos quieren “paz sin impunidad”, pero no hay tal. Para los
desmovilizados de las FARC, ya acusados y responsables ante la opinión pública de
lo que cometieron y lo que no cometieron a lo largo de los 50 años de conflicto,
es una oportunidad de pedir perdón, esclarecer la suerte de los secuestrados y
demostrar su seriedad en el paso de la lucha armada a la lucha política. Pero para
aquellos dueños desde siempre del poder económico y político que no han hecho
otra cosa que manipular la verdad a través de sus medios de comunicación, el
precio es demasiado alto porque la ciudadanía les viene comiendo cuento hace
muchos años. Y aceptar su responsabilidad en esta guerra significaría su
descrédito y la pérdida del poder al que son adictos.
Muchos de sus antiguos
aliados, que pagan hoy sus condenas, han visto las bondades de la JEP y han
empezado a confesar la comisión de delitos con su complicidad y por eso tienen
razón en sentir pánico estos enemigos de la implementación de los acuerdos de
paz.
Y qué daño el que le
harían al país si logran su cometido de mantenernos engañados y manipulados.
Los familiares de los
desaparecidos tienen la necesidad imperante de conocer su suerte, quién ordenó
su desaparición, su muerte, dónde están sus cuerpos. Los allegados de aquellos
que fueron ejecutados dizque por terroristas,
secuestradores, o narcotraficantes, solo por pensar diferente, necesitan
reivindicarlos ante la sociedad. Y ellos solo pueden superar este dolor y hacer
desaparecer sus sentimientos de venganza, si conocen la verdad de lo sucedido.
Las víctimas han
reiterado que no les importa tanto que los victimarios paguen cárcel como
conocer esta verdad, que resulta vital para que se produzca el perdón y las
heridas empiecen a sanar.
Por eso hoy más que nunca
debemos defender el trabajo que ha venido desarrollando el CNMH y su filosofía
original.
El gobierno se ha
equivocado al modificar la estructura del CNMH y añadir a su Consejo Directivo
al ministro de Defensa, mediante el Decreto 502 de 2017. La Ley de Víctimas estableció
que no habrá memoria oficial, y esta modificación puede ser un palo en la rueda
para la autonomía académica e investigativa que requiere el CNMH.
Esta entidad ha
cumplido su misión pues ha trabajado en una memoria que dignifica a las
víctimas y así debe continuar. Se requiere, como ya lo piden muchas voces, que se
amplíe la participación de las víctimas en su Consejo Directivo, no del Estado,
pues, como lo han expresado sus directivas, su voz es el elemento central de la
construcción de memoria histórica en Colombia.
Defendamos nuestro
derecho a la verdad construida de manera colectiva, con las diferentes visiones
de las víctimas, para poder entender la guerra, recuperar nuestra dignidad como
seres humanos y lograr la anhelada reconciliación. Solo así podremos
evolucionar como sociedad.
Margarita Obregón
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