27 de agosto de 2016

Todos tenemos miedo

Con la firma de los acuerdos finales entre el gobierno y las FARC ha empezado la cuenta regresiva para votar SI o NO a la paz, una decisión trascendental que definirá el destino de todos los colombianos.



Con el convencimiento del SI a la paz, he querido entender las motivaciones de aquellos que dicen NO. El denominador común, sin duda, el miedo.

Miedo a que las FARC no dejen sus armas, y persistan el secuestro, la muerte, las violaciones, la extorsión, que se produjeron durante la guerra. Miedo con razón para quienes fueron sus víctimas. Solo hechos y datos pueden disipar ese miedo. Las cifras oficiales dan cuenta de una disminución significativa de estos estos flagelos desde el cese al fuego. De igual manera cuando se pactó la desmovilización del M19, surgieron las mismas dudas y el país puede observar, luego de 26 años, sus resultados.

Miedo a que los acuerdos signifiquen la entrega del país a un gobierno de izquierda y nos volvamos como la Venezuela que nos vende Noticias RCN. Este miedo se quita informándonos mejor, leyendo acerca de lo que es nuestro país, nuestra historia, nuestra clase política y un tris de ciencia política. Juan Manuel Santos es derechista, neoliberal y así ha actuado en sus dos gobiernos, y lo es por familia, y por convicción económica y política y no hizo ni hará concesiones a la izquierda.

Las FARC con 10 curules en el Congreso, frente a 102 senadores y 166 representantes, no podrán imponer su pensamiento. Y si tuvieran poder de decisión, podrían traer ideas nuevas, interesantes. Recordemos que la Constitución de 1991 vigente, fue producto de una Asamblea Nacional Constituyente que contó con amplia participación de exguerrilleros del M19, quienes contribuyeron con su pensamiento.

Además, en un país católico y conservador como Colombia está lejano el día en que la izquierda llegue al poder. Y si así fuera, ya sabemos lo que ello significa pues hemos tenido alcaldes exguerrilleros, en Bogotá, Pasto, Cali, por ejemplo, con experiencias muy buenas, regulares y malas, nada diferente a otros partidos. También diversos países han tenido gobiernos de izquierda como Suecia, España, Italia, Brasil, Uruguay, sin que ello haya significado el caos o su ruina.

Y si el miedo aún no se disipa, basta oír testimonios de las víctimas y de sus familias, comprometidos con el SÍ, porque no quieren que su historia se repita. Son muchos, y para citar solo un ejemplo, pueden leer el conmovedor post en Facebook publicado por Juan Camilo Acevedo el pasado 25 de agosto, sobre el secuestro y muerte de su tío, irrebatible en sentimiento y en argumentos.

De otro lado, las FARC también tienen miedo de ser exterminados como la UP, que la Mano Negra reaparezca para sabotear todo el proceso y que no se cumpla lo acordado. Ellos, al firmar los acuerdos, están confiando en esta sociedad.

Quienes nos decidimos por el SI, también tenemos nuestros miedos, pero le apostamos a la esperanza de que lo propuesto en lo acordado nos transforme en una sociedad más justa, más diversa e igualitaria y que esos privilegios a los que algunos hemos tenido acceso se extiendan a toda la sociedad. Definitivamente no queremos seguir igual porque estamos seguros que si no erradicamos los males que nos aquejan, ellos sí destruirán nuestra sociedad.



Y vienen nuestras preguntas y las dudas ¿Y después de Santos quién? ¿El vicepresidente que es parte del gobierno pero hace 5 días no conocía los acuerdos? ¿El mismo que descaradamente se hace publicidad para él y para su partido con los programas de este gobierno y que pagamos todos los colombianos? ¿O será alguno del Centro Democrático que ya anunció que si ganan las elecciones del 2018 revocarían los acuerdos?

 ¡Qué miedo!


Para enfrentarlo solo nos queda asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos, votar en el plebiscito entendiendo que ese día como nunca antes se define nuestro futuro, entre la paz y la guerra, sin llamarnos a engaños, y escoger en el 2018 con el mismo cuidado a quien le corresponda implementar los acuerdos.   


Margarita Obregón