30 de abril de 2016

Neruda y Vargas Llosa: sentimientos que hacen la diferencia



Se dice que en la mesa y en el juego se conoce al caballero. Y yo diría que el alma de los seres humanos se conoce en las separaciones y divorcios.

Y esto lo confirma el novelón protagonizado por el escritor y Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, la socialité española Isabel Preysler y Patricia Llosa quien fuera su esposa desde 1965.

El peruano, luego de celebrar, en junio de 2015, sus 50 años de casado con Patricia en New York con toda su familia, acudió a la semana siguiente a la cena de Porcelanosa en Londres en compañía de Isabel Preysler, donde evidenciaron su romance y desde entonces no hay día que los medios de comunicación no publiquen noticias y fotos de la pareja en cuanta alfombra roja y evento del jet set internacional tenga lugar.


Una exposición mediática exagerada e innecesaria para un intelectual de su talla, que los concibo por sobre todo en compañía de sus libros, con una vida privada muy privada y que solo se dan a conocer al público a través de su obra.

Pero en fin, cada uno vive como quiere y hay romances de romances, infidelidades de infidelidades, y rompimientos de rompimientos. Y este me trajo a la memoria una de esas historias de amantes que me conmovió en mi juventud y que tuvo como centro la publicación de la primera edición de “Los versos del Capitán”.

En 1952 Pablo Neruda, aún casado con la argentina Delia del Carril, se encontraba en el exilio en Europa y vivía un apasionado romance con la chilena Matilde Urrutia a espaldas de su mujer.

Por cuenta de esa pasión, Neruda va escribiendo poemas en cuanto papel encuentra y los va enviando a su amante que los guarda como tesoro. Con el correr de los días y ante el valor literario de sus escritos, con la complicidad de Paolo Ricci y un círculo de amigos íntimos del poeta en Italia, deciden publicarlos como libro de autor anónimo que llamarían “Los versos del Capitán”.

Matilde Urrutia y Pablo Neruda

Esta primera edición de 44 ejemplares, tenía como introducción un texto hermosísimo firmado por Rosario de la Cerda (escrito por Neruda y Matilde) donde explicaba que aquellos eran poemas escritos para ella por un capitán que venía de la guerra española y que relataban su gran historia de amor.   

En noviembre de 1963, ya separado de Delia del Carril y consolidada su relación con Matilde Urrutia como su tercera y última compañera, Neruda reconoce la paternidad del libro y explica: ¿Que por qué guardó su misterio por tanto tiempo? Por nada y por todo, por lo de aquí y lo de más allá, por alegrías impropias, por sufrimientos ajenos.

Y después en “Confieso que he vivido”, sus memorias póstumas, cuenta:
La única verdad es que no quise, durante mucho tiempo que esos poemas hirieran a Delia, de quien me separaba. Delia del Carril, pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros, fue para mí durante dieciocho años una ejemplar compañera.

Delia nunca perdonó esta infidelidad, pero siempre me conmovió esta historia, porque a pesar de la deslealtad que de por sí significaba el amor prohibido, estaba llena de respeto, de delicadeza y de compasión por el otro.

Y fue inevitable la comparación con el rompimiento de Vargas Llosa y Patricia. 

Luego de conocer el romance con Isabel Preysler por los medios de comunicación, Patricia explicó a través del Twitter de su hija Morgana que ella y el escritor seguían juntos:

Mis hijos y yo estamos sorprendidos y apenados... hace apenas una semana estuvimos con toda la familia en Nueva York celebrando los 50 años de casados y la entrega del doctorado en la Universidad de Princenton. Les rogamos respeten nuestra privacidad. 

Celebración de 50 años de casados del matrimonio Vargas Llosa

Días después el escritor la desmintió. Y siguió sonriente, enrostrándole su nuevo amor de página social en página social…

¡Sin palabras!

Hubiera preferido no conocer esta versión del indolente octogenario sometido a los flashes y a su vida del jet set como cualquier lagarto y haberme quedado con el Vargas Llosa de “La ciudad y los perros”.

Prefiero un rompimiento a lo Neruda que me haga llorar, no de la desilusión por conocer la mezquindad de su alma, sino porque perdería a un hombre en toda la extensión de la palabra y que además es capaz de escribir los más hermosos poemas que en lengua castellana se le puedan dedicar a una mujer. Para la muestra la primera estrofa de uno de ellos:

LA REINA

Yo te he nombrado reina.
Hay más altas que tú, más altas.
Hay más puras que tú, más puras.
Hay más bellas que tú, hay más bellas.
Pero tú eres la reina.
Cuando vas por las calles
nadie te reconoce.
Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
la alfombra de oro rojo
que pisas donde pasas,
la alfombra que no existe.


Margarita Obregón






24 de abril de 2016

Ni gobernantas ni miserablas




Por estos días volvió a mencionarse en las redes sociales el llamado de atención que hace la Real Academia Española (RAE) al uso, a su juicio inapropiado, del “todos y todas” y en general sobre el desdoblamiento artificial del lenguaje con el fin de evitar el sexismo.

Leí el documento que dio origen a la recomendación de la RAE, elaborado en 2012 por Ignacio Bosque, llamado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” aprobado en forma unánime por los académicos, entre ellos Luis Goytisolo y Arturo Pérez-Reverte. En general debo decir que comparto su contenido.

Reconozco la existencia del lenguaje sexista y excluyente utilizado de manera abierta o con mucha astucia por aquellos que ven en el machismo una forma de perdurar su poder y también por aquellas que sacan réditos de ese machismo (recuérdese la senadora Liliana Rendón: si me pegó fue porque yo me la gané)

Al igual que Teresa Cabré (El Sexismo que ocultan las palabras), considero que el sexismo no es un problema gramatical sino social y que la gramática evoluciona sin necesidad de forzarla artificialmente.

No creo que la esencia de la lucha por la igualdad de género esté en desdoblar el lenguaje artificiosa y ridículamente en femenino y masculino o usando sistemáticamente palabras neutras para evitar el sexismo y menos en nuestro día a día.


Particularmente nunca me he sentido discriminada por el lenguaje porque desde siempre entendí el uso del masculino como genérico en el idioma castellano. Ya de por sí me parece extraño el desdoblamiento en lo que hace a las profesiones aceptado por la RAE. En los sustantivos neutros no veo la necesidad de decir jueza, presidenta, gobernanta si hubiéramos podido decir sencillamente la juez, la presidente, la gobernante. Para eso son los artículos determinantes ¿o no?

Tiene razón la RAE en la nula practicidad del desdoblamiento genérico pues sería agotador hablar de esta manera y para la muestra este párrafo que encontré en Internet:

Señores y señoras, estamos hoy reunidos, profesores y profesoras, para iniciar unas conferencias donde todos y todas, miembros y miembras, podamos opinar…

Tampoco creo que se trate de usarlo de manera rigurosa en los textos o alocuciones oficiales y si no miren la dificultad para leer este fragmento de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela citado en el informe de Bosque:

Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.

Creo que las recomendaciones para evitar el sexismo en el lenguaje son válidas, pero se deben seguir solo en determinados contextos y para hacer énfasis en ciertas situaciones, nunca de manera sistemática.

En mi caso, prefiero gastar toda mi energía en conquistar la igualdad salarial, la igualdad de oportunidades para acceder a los cargos de responsabilidad, trabajar para que se acabe la violencia doméstica, los brutales feminicidios, apoyar a las madres cabeza de familia, educar a los hijos en el trato igualitario e incluyente sin distinción de géneros y con mente abierta frente a la diversidad. O lo que es más básico, en Colombia, seguir educando a muchos señores que de manera increíble no han derogado de sus mentes la potestad marital, no obstante que la Ley 28 de 1932 le dio plena capacidad civil a la mujer para disponer y administrar los bienes de su propiedad, sin limitación de ninguna especie.

Por ahora y mientras la gramática sigue su curso normal, prefiero decir “yo pienso” y no “una piensa” y no me sentiré una “miserabla” por negarme a implementar este lenguaje artificial pues en estas épocas del postconflicto en Colombia terminaríamos hablando de los actores y las actrices del conflicto armado.

Brutal!


Margarita Obregón