Se dice que
en la mesa y en el juego se conoce al caballero. Y yo diría que el alma de los
seres humanos se conoce en las separaciones y divorcios.
Y esto lo
confirma el novelón protagonizado por el escritor y Premio Nobel de literatura
Mario Vargas Llosa, la socialité
española Isabel Preysler y Patricia Llosa quien fuera su esposa desde 1965.
El peruano,
luego de celebrar, en junio de 2015, sus 50 años de casado con Patricia en New
York con toda su familia, acudió a la semana siguiente a la cena de Porcelanosa
en Londres en compañía de Isabel Preysler, donde evidenciaron su romance y
desde entonces no hay día que los medios de comunicación no publiquen noticias
y fotos de la pareja en cuanta alfombra roja y evento del jet set internacional
tenga lugar.
Una
exposición mediática exagerada e innecesaria para un intelectual de su talla,
que los concibo por sobre todo en compañía de sus libros, con una vida privada
muy privada y que solo se dan a conocer al público a través de su obra.
Pero en
fin, cada uno vive como quiere y hay romances de romances, infidelidades de
infidelidades, y rompimientos de rompimientos. Y este me trajo a la memoria una
de esas historias de amantes que me conmovió en mi juventud y que tuvo como
centro la publicación de la primera edición de “Los versos del Capitán”.
En 1952
Pablo Neruda, aún casado con la argentina Delia del Carril, se
encontraba en el exilio en Europa y vivía un apasionado romance con la chilena
Matilde Urrutia a espaldas de su mujer.
Por cuenta de esa pasión, Neruda va escribiendo poemas en
cuanto papel encuentra y los va enviando a su amante que los guarda como
tesoro. Con el correr de los días y ante el valor literario de sus escritos,
con la complicidad de Paolo Ricci y un círculo de amigos íntimos del poeta en Italia, deciden
publicarlos como libro de autor anónimo que llamarían “Los versos del
Capitán”.
Matilde Urrutia y Pablo Neruda |
Esta primera edición de 44 ejemplares, tenía como
introducción un texto hermosísimo firmado por Rosario de la Cerda (escrito por
Neruda y Matilde) donde explicaba que aquellos eran poemas escritos para ella
por un capitán que venía de la guerra española y que relataban su gran historia
de amor.
En noviembre de 1963, ya separado de Delia del Carril y
consolidada su relación con Matilde Urrutia como su tercera y última compañera,
Neruda reconoce la paternidad del libro y explica: ¿Que por qué guardó su misterio por tanto tiempo? Por nada y por todo,
por lo de aquí y lo de más allá, por alegrías impropias, por sufrimientos
ajenos.
Y después en “Confieso que he vivido”, sus memorias
póstumas, cuenta:
La única verdad es que
no quise, durante mucho tiempo que esos poemas hirieran a Delia, de quien me
separaba. Delia del Carril, pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató
mis manos en los años sonoros, fue para mí durante dieciocho años una ejemplar
compañera.
Delia nunca perdonó esta infidelidad, pero siempre me
conmovió esta historia, porque a pesar de la deslealtad que de por sí
significaba el amor prohibido, estaba llena de respeto, de delicadeza y de
compasión por el otro.
Y fue inevitable la comparación con el rompimiento de Vargas
Llosa y Patricia.
Luego de conocer el romance con Isabel Preysler por los
medios de comunicación, Patricia explicó a través del Twitter de su hija
Morgana que ella y el escritor seguían juntos:
Mis hijos y yo estamos
sorprendidos y apenados... hace apenas una semana estuvimos con toda la familia
en Nueva York celebrando los 50 años de casados y la entrega del doctorado en
la Universidad de Princenton. Les rogamos respeten nuestra privacidad.
Celebración de 50 años de casados del matrimonio Vargas Llosa |
Días después el escritor la desmintió. Y siguió sonriente, enrostrándole
su nuevo amor de página social en página social…
¡Sin palabras!
Hubiera preferido no conocer esta versión del indolente octogenario
sometido a los flashes y a su vida del jet set como cualquier lagarto y haberme
quedado con el Vargas Llosa de “La ciudad y los perros”.
Prefiero un rompimiento a lo Neruda que me haga llorar, no
de la desilusión por conocer la mezquindad de su alma, sino porque perdería a
un hombre en toda la extensión de la palabra y que además es capaz de escribir
los más hermosos poemas que en lengua castellana se le puedan dedicar a una
mujer. Para la muestra la primera estrofa de uno de ellos:
LA REINA
Yo te he nombrado
reina.
Hay más altas que tú,
más altas.
Hay más puras que tú,
más puras.
Hay más bellas que
tú, hay más bellas.
Pero tú eres la
reina.
Cuando vas por las
calles
nadie te reconoce.
Nadie ve tu corona de
cristal, nadie mira
la alfombra de oro
rojo
que pisas donde
pasas,
la alfombra que no
existe.
Margarita Obregón