Es el nombre del documental realizado por Mauricio
Acosta y estrenado el pasado 26 de noviembre por National Geografic.
El documental nos abre la puerta a lo que son las
mujeres que han sido parte de esta guerrilla durante 52 años de guerra. Cuenta
con testimonios de varias guerrilleras que se encuentran pre-concetradas con el
resto de sus compañeros en los Llanos del Yarí, de dos desmovilizadas, de Clara
Rojas secuestrada durante 6 años por esta guerrilla y de María Emma Wills,
asesora de la dirección general del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Es un primer paso para conocer a estas mujeres desde
su óptica, para empezar a desbaratar mitos y cuestionar nuestras creencias
cimentadas a lo largo de estos años sobre la información o desinformación
transmitida por los medios de comunicación tradicionales propiedad del Estado o
del establecimiento contra el que se ha librado esta guerra. A través de ellos,
el público en general solo supo de ellas cuando se habló de la ferocidad de Karina,
la guerrillera por la que el gobierno de Uribe pagaba 1.500 millones de pesos y
que finalmente desertó en el 2008, y cuando se relatan los abusos cometidos
contra las guerrilleras, como el aborto y esterilización forzados o esclavitud
sexual.
La primera impresión es confirmar que el 40% de
integrantes de esa guerrilla son mujeres, y ese hecho basta para preguntarnos
por las razones que tuvieron para incorporarse a esa organización y qué clase
de sociedad es ésta, donde gran número de mujeres optaron por ir a los frentes
de batalla.
En el documental no se evidencia que ellas se
convirtieran en guerrilleras a la fuerza. Tomaron esta opción porque era mejor
que la vida que llevaban en el campo, en veredas apartadas, sin estudio, en
situación de pobreza y sin esperanzas de una vida mejor. Entraron muy jóvenes,
casi niñas a la guerrilla, y en los campamentos estudiaron, se entrenaron para
el combate, aprendieron diversos oficios, y ellas y sus familias sienten que
allí progresaron.
Todo lo que se nos revela sorprende, pero en especial
la cantidad de tiempo que llevan en la guerrilla, 32, 30, 28, 22, 8 años, y la
relación que tienen con su fusil. Este ha sido para muchas de ellas su primer
juguete, su mejor amigo, su compañero inseparable, quien les da seguridad y
quien las defiende ante cualquier adversidad. ¿Qué podrán sentir cuando empiece
el desarme? ¿Quién reemplazará ese fusil para llenar sus
soledades? ¿Quién les protegerá su vida?
El documental nos reafirma algo que la sociedad, a
pesar de sus prejuicios, debe aceptar. Ellas son mujeres como cualquier
colombiana, campesinas en su mayoría, con sueños de estudiar, trabajar y tener
una familia como todas, que les gusta arreglarse como cualquier mujer, que se
enamoran, que añoran a su familia, que han sufrido la pérdida de sus compañeros
y que son conscientes de que sus enemigos en la guerra son colombianos como
ellas por los que sienten la misma compasión que los demás seres
humanos.
Eso sí, se diferencian de muchas colombianas, además
de haber sido combatientes con todo lo que ello implica, en su formación
política y en su ideología. Con ocasión de los diálogos en La Habana abrieron
su propia página web denominada Mujeres Farianas, un buen sitio para conocer su postura política y seguir descubriendo que
tenemos más cosas en común con ellas de lo que nos imaginamos. Al fin y al
cabo, todas somos mujeres.
Las mujeres de las FARC piensan que caben en esta
sociedad y que pueden aportar para hacer de este un país mejor. Si también
queremos ese país mejor es esencial generar todas las condiciones para darles
la razón.
Y creer en la necesidad de su inclusión no es una postura política por
compartir lo firmado en los Acuerdos de la Habana, es una decisión que
trasciende nuestras fronteras. Colombia, en su
calidad de Estado miembro de la ONU, está comprometida con los Objetivos de
Desarrollo Sostenible -ODS- y la agenda 2030 fijada por la Asamblea General, y
ello significa que debemos hacer realidad
los derechos humanos de todas las personas, y alcanzar la igualdad entre los
géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. En este marco de
los ODS, los Estados se comprometen a redoblar
los esfuerzos para apoyar a los países que salen de un conflicto, incluso
velando porque las mujeres desempeñen su papel en la consolidación de la paz y
en la construcción del Estado. Si no abrimos los espacios para reintegrar a
la sociedad a estas mujeres que vienen de la guerra iremos en contravía de nuestros
compromisos.
Pero además de nuestras obligaciones como país en el
concierto internacional, luego de ver el documental, más que nunca sentimos que
es nuestra obligación abrir nuestras mentes y nuestros corazones, para ponernos
en los zapatos de estas mujeres que están próximas a la dejación de armas y se
alistan para reintegrarse a la vida civil. Debemos oírlas, recibirlas,
acompañarlas, protegerlas e integrarlas a nuestra sociedad con el
convencimiento que lo que se construye desde la diferencia es
indestructible.
Margarita Obregón
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