19 de noviembre de 2016

Hasta siempre Leonard Cohen

Sin lugar a dudas, la muerte de un grande, nos hace reflexionar acerca del sentido de nuestra vida y de aquello que le da razón de ser a nuestra existencia.

Y es que esos seres humanos que van dejando huella, que trascienden, que les basta una melodía, un poema, un pensamiento, para hacer de este un mundo mejor, curiosamente, para muchos, comienzan a existir cuando mueren. Y su muerte se vuelve el motivo y punto de partida para conocerlos, no solo a través de su legado sino en toda su dimensión, para luego convertirse en sus referentes.

Y es el caso de Leonard Cohen, el escritor, poeta y cantautor, judío canadiense, quien falleció la semana pasada a sus 82 años. Su muerte nos causó un gran pesar pero es ella precisamente la que nos provoca la necesidad de ahondar en su prolífica obra o la curiosidad de descubrirlo; no me cabe duda que a quienes lo desconocían, les bastará oír una de sus interpretaciones, para quedar fascinados con su grave y profunda voz que pareciera salir de sus más hondos sentimientos, y con deseos de conocer todo su legado.



Y descubrirán entonces que Cohen nació el 21 de septiembre de 1934 en Montreal, donde estudió música y poesía, aprendió a tocar guitarra, y que siendo adolescente escribió las primeras letras de sus poemas y canciones. Que a sus 21 años editó su primer libro de poesía, Let Us to Compare Mythologies, y que vivió 7 años en la isla griega de Hydra, donde escribió Flores para Hitler, y sus novelas, El Juego Favorito y Bellos Perdedores, la cual le valió que el Boston Globe expresara: James Joyce no ha muerto. Está viviendo en Montreal bajo el nombre de Cohen.



También averiguarán que en 1967 regresó a Estados Unidos para establecerse cerca de Nashville donde obtuvo el éxito con su canción Suzzane y luego de aparecer en el festival de Newport Folk, lanzó su primer álbum Songs of Leonard Cohen. 

Encontrarán que Cohen fue, junto con Bob Dylan y Paul Simon, uno de los músicos más influyentes de la generación de los años sesenta y setenta, por su mágica voz, sus maravillosas letras dedicadas al amor, la religión, el sexo, reflexiones existenciales y espirituales, y por ser un poeta extraordinario.

Les extrañará saber que en 1969 rechazó el máximo galardón literario del gobierno canadiense, por considerar que él era un poeta que cantaba sus poemas y eso le daba una ventaja sobre los demás que solo escribían sus versos y necesitaban que la gente se sentara a leerlos.

Se darán cuenta que en el 2011 si recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y se conmoverán al oír su discurso de agradecimiento en el que contó la influencia que recibió de un joven guitarrista español que en pocos días le enseñó los acordes que determinaron por siempre la forma de interpretar su música y la importancia de García Lorca en su vida y obra.



Se impresionarán al saber que el pasado 21 de octubre, lanzó su último disco You Want It Darker, calificado como su despedida y de la noruega Marianne C. Stang Jensen Ihlen, con quien vivió durante su estadía en Grecia, y quien falleció en junio pasado. Y se estremecerán al saber que días antes, frente a su avanzada enfermedad Cohen le escribió por correo electrónico:

Bueno Marianne, ha llegado ese momento en que somos realmente tan viejos y nuestros cuerpos se descomponen y pienso que seguiré tus pasos muy pronto. Quiero que sepas que estoy tan cerca detrás tuyo que si estiras tu mano creo que alcanzarás la mía. Y sabes que siempre te quise por tu belleza y tu inteligencia, pero no necesito decir nada más porque sé bien que estás al tanto de todo. Ahora, sólo quiero desearte un buen viaje. Adiós querida amiga. Amor infinito, te veré en el camino.

Esperemos que vidas como la de Leonard Cohen, nos inspiren para encontrar una forma de trascender, así sea solo en nuestra “pequeña familia” y de esa manera darle sentido a nuestra existencia.


Margarita Obregón







     

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