Por estos
días, con el variado menú de fútbol que tenemos con el final de la Copa Águila,
la Copa América y la Eurocopa, es fácil comprobar que este deporte no solo es
pasión, no solo es el mejor espectáculo del mundo sino un lenguaje universal
que hace aflorar idénticas emociones en los deportistas y en los hinchas de
todas las latitudes.
Basta con
mirar en los campeonatos mundiales, los estadios y las plazas de las principales
ciudades de cada continente llenos a reventar de hinchas que celebran el
triunfo de su selección o lloran por su eliminación, para comprender sus
reacciones porque ya sean ingleses, italianos, brasileros, japoneses, marroquíes
o argentinos, nos identificamos con sus sentimientos porque los vivimos en carne propia frente a los
aciertos y fracasos de nuestro equipo del alma, siendo inevitable pensar en
medio de tanta carga emocional que de verdad todos somos iguales.
Hinchas españoles |
Y esa
comunión de sensaciones provocada por el fútbol se da no solo con personas de
cualquier raza si no de cualquier edad, condición o género. Es el caso de las
mujeres que ya nos metimos en un campo antes exclusivo de los hombres para
opinar, sufrir, disfrutar y celebrar desde nuestra perspectiva y en su compañía.
Y lo más
curioso es que con el fútbol se superan, así sea por momentos, los más
enconados odios y los enemigos acérrimos encuentran un lugar común. Y si no
pregúntenle al presidente Maduro y a Leopoldo López si apoyaron o no a su
selección en el partido contra Argentina.
Y además de
esa identidad que genera con personas que ni en nuestros sueños llegamos a
imaginar es fácil ver en este juego valores que reclama con urgencia nuestra
sociedad como la autenticidad, la fraternidad y el liderazgo.
Nada más genuino
que las reacciones de los futbolistas en la cancha ante un gol, errar un penal,
un triunfo o una derrota. A quién no le llegaron al alma las lágrimas de Farid
Mondragón ante la eliminatoria de Colombia en el mundial de 1998 o el desconsuelo
del volante peruano Christian Cueva quien falló el penal decisivo que eliminó
a Perú de esta Copa América.
David Seaman consuela a Farid Mondragón |
Y ni qué
decir de los gestos de solidaridad que se producen entre los rivales. En ese
mundial del 98, afloraron nuestros mejores sentimientos cuando vimos a David
Seaman, el portero inglés consolando a Farid, y la prensa peruana se
conmueve hoy con los gestos de Edwin
Cardona, David Ospina y Juan Guillermo Cuadrado, quienes dejaron a un lado el
festejo por el triunfo de Colombia, para darle ánimo al peruano Cueva, por el fallido
penal.
Y las
lecciones que nos deja de liderazgo y manejo de grupos darían para crónicas y
libros enteros como los del argentino Jorge Valdano, uno de los más apetecidos
conferencistas en el mundo empresarial, llenos de enseñanzas no solo para los líderes
si no para la vida misma, basados en su experiencia como jugador y técnico de
fútbol. O como la biografía y los vídeos del catalán Pet Guardiola, que ruedan
con mucha frecuencia en las reuniones de liderazgo de las diferentes empresas
como referente de los más encumbrados CEO´S por su especial relación con los
integrantes de su equipo y la disciplina que les impuso para obtener esos ya insuperables
resultados del Barcelona Fútbol Club.
El trabajo
en equipo que se consigue en este deporte para alcanzar su meta (meter goles, ganar) es la
envidia de todas las organizaciones que no logran alinear a sus diferentes
áreas en un mismo objetivo, así como la evidente renuncia a los lucimientos
individuales por el brillo del equipo, que haría evolucionar cualquier tipo de
sociedad.
Muchos
dirán que este exceso de fútbol en Colombia es por aquello de “pan y circo”. Por
el contrario, ante la urgente necesidad que tenemos de reconstruir el país que
soñamos de manera colectiva, es mucho lo que podemos aprender del balompié.
Nuestro
desafío es trasladar sus valores no solo al mundo empresarial si no a nuestra sociedad.
Margarita Obregón
No hay comentarios:
Publicar un comentario