3 de abril de 2016

¿Las mujeres somos malas jefes ?



En Colombia solo el 7% prefiere cómo jefe las mujeres y por el contrario un abrumador 66% prefiere a los hombres, según encuesta de Michel Page. Me pregunto si esto obedece a que las mujeres somos en realidad malas jefes, o es algo que simplemente está en el imaginario colectivo pero que en nada se parece a lo que se vive.

La verdad es que mis primeros jefes fueron hombres y la experiencia no fue mala. No tengo queja de ellos, pero recuerdo que ya en aquel entonces mis compañeros me decían que tuviera cuidado si llegaba a tener por jefe una mujer.

A mí me daba risa, y todos sus comentarios me parecían sexistas, machistas y sin fundamento, hasta que por fin me llegó el día. 

Mi primera jefe mujer basaba su estilo de liderazgo en una premisa simple: él mejor era el que trabajaba hasta más tarde en la noche. Pasaba largas jornadas que comprendían días enteros con sus noches, revisando las cuentas de la compañía hasta el último centavo. Al día siguiente, continuaba su trabajo sin siquiera cambiarse de ropa y con su desabrida cara. A las cinco de la tarde nos mandaba decir a quienes le reportábamos directamente que la esperáramos, y fueron muchas las ocasiones en que a las 8 o 9 pm preguntábamos por ella y ya la “doctora” había salido de las oficinas sin avisarnos. Como era de esperarse, su paso por la presidencia fue corto y gris. 

Mi segunda jefe mujer era joven y su estilo consistía en el seguimiento y control milimétrico de cada uno los actos de sus subalternos. Socialmente simpática, entretenida, pero como jefe era insoportable pues debíamos pedirle permiso literalmente hasta para ir al baño. No se imaginan las situaciones tan divertidas que viví pues dentro de su grupo estaba el presidente del sindicato de esa empresa. Hoy me río, pero el agobio que producía la tiranía y la locura de esta mujer, eran insoportables. Nunca más oí de ella.

Así como yo muchos amigos me contaban sus anécdotas con “jefas”, que con frecuencia confundían autoridad con maltrato, claridad con grosería y ser objetiva con ser despiadada.
Obvio que malos jefes hombres había y hay muchos. Irresponsables, mentirosos, alcohólicos, flojos, histéricos, acosadores (por fortuna no me tocó ninguno) pero como eran menos las mujeres en altos cargos pues se hablaba más de ellas.

En todo caso, debo reconocer que muchas mujeres para ganar posiciones en las empresas, se equivocaron adoptando la cultura que ya los señores habían impuesto que conllevaba hablar fuerte, llegar tarde a la casa y estar en infinidad de reuniones. En general a los señores no se les criticaba por ello y en casita siempre los esperaba la comprensiva y abnegada esposa.


Por el contrario, en la carrera por los altos cargos muchas mujeres lograron su objetivo, pero también algunas perdieron sus maridos que les consiguieron el reemplazo pues “culpa de ellas, porque al marido toca cuidarlo”. Varias rehicieron su vida, pero las otras llenaron su soledad con su trabajo convirtiéndolo en su vida y razón de ser, lo que repercutió negativamente en su estilo.

No es entonces que en Colombia las mujeres seamos malas jefes. Es que cuando lo somos, el pecado se nos nota más. Particularmente yo no creo en etiquetas y creo que no es cuestión de género si no de estilo y los personajillos inseguros que se valen de cualquier ínfimo poder para explotar a los otros son de cualquier sexo.

Para fortuna de todos, esos malos estilos de liderazgo están mandados a recoger.

En el siglo XXI un líder es el que inspira y da confianza, deja volar a su equipo, no le importa su presencia permanente en las oficinas, le importan los resultados, y sabe que aquello de la “hora asiento” no le genera ningún valor. El líder de hoy se preocupa porque los integrantes de su equipo tengan tiempo para resolver sus asuntos personales, está interesado en que todos comprendan que la vida no es el trabajo y sabe que gente con sus asuntos personales resueltos es gente mucho más productiva. También sabe que su reto es hacer que su equipo ame su trabajo y no que sus pupilos actúen por miedo que paraliza y entorpece.

Y a las mujeres se nos puede dar fácilmente esta clase de liderazgo. Es por tanto hora de revertir el estereotipo  “mujer= mala jefe”.


Mujeres, es nuestro momento. Tomémonos la cultura de las empresas y hagamos que este estilo de gerencia sea una realidad y no solo el discurso de los gurús del management.  Lideremos el cambio y convirtamos el equilibrio vida familiar-vida laboral en el patrón a seguir por todas nuestras empresas y hagamos de ellas un espléndido lugar para trabajar.


Margarita Obregón






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