Yo no sé si este sea eso que llaman el lado correcto de la historia. Espero que sí. Pero a estas alturas del debate presidencial en Colombia, y destapadas todas las cartas, de lo que si estoy segura es que en este lado me siento tranquila, con gente que despierta mi admiración y con mucha esperanza. Y hablo de Petro y de Francia Márquez.
Creo que su programa de gobierno contiene las ideas liberales de
izquierda o progresistas que comparto plenamente. Petro no es el hombre de
extrema izquierda o comunista que nos han querido vender, y si así lo fuera no
me daría miedo. Coincido y respeto a muchos intelectuales de izquierda y
comunistas, que con su pensamiento han acompañado a un sinnúmero de gobiernos
que han tenido éxito en el desarrollo de sus países y en el bienestar de sus
sociedades. No estoy de acuerdo con esa visión de que con los gobiernos de
izquierda nos volveremos como Venezuela, porque considero que los sufrimientos
y necesidades de ese pueblo y el de los cubanos, tienen una explicación mucho
más compleja que las ideas políticas de sus gobernantes. Por el contrario, la
izquierda ha gobernado en periodos diferentes países como Francia, España,
Italia, Suecia, Nueva Zelanda, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, por solo
mencionar algunos pocos, y sus resultados han sido tan buenos o mejores que los
obtenidos por los gobiernos conservadores, para no mencionar a China, hoy por
hoy, disputándole a EEUU el primer lugar como potencia mundial.
Debo decir que a mí y a mi familia nos ha ido bien en estos gobiernos
colombianos y quizá se espere que votemos para que nada cambie. Pero no en mi
caso, porque me fue inculcado como valor que el bien general está por encima
del particular y por ello el “Soy porque somos” es mi credo. Y porque como dice
la periodista Ana Cristina Restrepo, considero que votar es una acción
individual con efecto colectivo, y votaré así porque quiero que los otros
tengan las mismas oportunidades que yo he tenido y porque cada día recuerdo que
en este país hay 21 millones de ciudadanos que viven en la pobreza, somos
percibidos como uno de los países más corruptos del mundo, más violento, más
desigual, con más desplazados, líderes sociales y ambientales asesinados y un
etcétera que realmente no me deja dormir tranquila. Porque no quiero que nadie
tenga que volver a hacer campaña política arriesgando su vida detrás de escudos
y con chaleco antibalas, como les ha tocado a Petro y a Francia Márquez.
Colombia necesita un verdadero cambio. Y el que proponen Petro y Francia
no me asusta ni creo que representen un peligro para nuestra maltrecha
democracia, cuyos cimientos tambalean hoy más que nunca con este
gobierno-desgobierno de Duque. Sus propuestas contienen reformas necesarias
para mejorar la calidad de vida de tantos colombianos que hoy sufren y que
están en su derecho de exigir un mejoramiento de sus condiciones y
oportunidades, y que de no atenderlos prontamente provocarán una explosión
social inmanejable con efectos impredecibles.
Para el manejo de la economía, a mi juicio, Petro y Francia están bien
asesorados y confío en que cada cambio se haga sin comprometer la estabilidad
económica del país. Espero que su paso por la Alcaldía de Bogotá y los años
posteriores, llenos de dificultades y persecuciones, le hayan enseñado a Petro,
a escuchar de verdad esas voces diferentes. Y me parece que su
propuesta relativa a la transición energética tiene más puntos en común con el
plan estratégico de Ecopetrol de lo que muchos piensan.
Comparto también los principios y valores que ellos representan pues en
el caso de Petro se ha jugado su vida denunciando la corrupción, y fue a partir
de sus denuncias que se destaparon la parapolítica, chuzadas del DAS, falsos
positivos, ODEBRECHT y el carrusel de la contratación. La lucha contra la
corrupción no es gritar “voy a acabar con los corruptos” si no demostrarlo con
hechos y datos y con el ejemplo.
Considero un tanto torpe esgrimir el pasado guerrillero de Petro para no
votar por él, pues entregó las armas hace 32 años y desde entonces ha cumplido
el compromiso firmado. Pepe Mujica también lo fue y hoy es innegable su
liderazgo. No me cabe duda de que en un eventual gobierno del Pacto Histórico
se respetará y mejorará la Constitución del 91 y que se implementarán los
Acuerdos de la Habana, incluido el ejercicio de Memoria Histórica, iniciado por
Gonzalo Sánchez y su equipo y que se ha puesto en alto riesgo en este gobierno
en las peligrosas manos de Darío Acevedo.
También sé que si ganan, no podrán cumplir todas sus promesas, estaré en
desacuerdo con algunas de sus decisiones y manejos, pero le apuesto a un
proyecto de país de largo plazo. Así como admiro a muchas personas de su
equipo, no me gustan otras y no comparto los ataques viscerales de algunos
petristas en las redes sociales, pero yo voy por un modelo de país y no por
odios o amores de quienes están en esta campaña.
Soy una convencida de que cada cual debe votar por el que le parezca, y
respeto profundamente esa decisión porque cada uno de nosotros ha tenido unas
vivencias distintas, una educación, unas lecturas, un credo y unas costumbres
diferentes que han ido forjando nuestro carácter y determinando nuestros
principios y valores y con base en ellos votamos.
No pretendo convencer a nadie. Solo quiero compartir mis reflexiones y
quizá le sirvan a alguien para confrontarse y reafirmarse o tal vez cambiar su
decisión.
En lo que a mí respecta es la primera vez que en política me siento a
gusto y con esperanza. Porque así no ganen Petro y Francia Márquez, considero
que hay un proyecto colectivo de país, construido desde diferentes visiones,
donde hay un profundo respeto por el elector a quien se le explica cada
propuesta desde la razón y no desde la emoción.
Por este modo de hacer las cosas y por ese proyecto voy a votar y si no
ganan, será para mí un sueño de país por el que vale la pena seguir
luchando.